Descendió, descendió y descendió, sin embargo aparentemente
no encontró lo que ansiaba. Nada envuelto en nada, en pedazos de ilusiones y
recuerdos olvidados. Cada vez más profundo, y más profundamente perdía algo de
sí mismo. Más allá, en ese páramo oscuro, denso, sin aliento se encontraba, sintiéndose
que era sin ser, que cuanto más descendía, más continuaba perdiendo, perdiendo lo
que creía ser y encontrando poco a poco lo que realmente era. Cenizas, cenizas
y más cenizas, apenas quedaba aquello de su travesía, todo lo demás había desaparecido
como las sombras en la niebla. Cenizas, pero cenizas puras de una esencia que
siempre estuvo allí, que guio aquel viaje tormentoso hacia una mayor compresión
de la vida. Cenizas que esconden la semilla del despertar, de la transformación.
Por fin entendió el valor de aquello, su enorme significado. Porque aquellas
cenizas simbolizaban su espíritu y su triunfo.